En este luminoso día
la voz del buen Dios...
acaricia mi corazón,
y adopta...
la humilde forma...
de una irisada flor.
El ruiseñor,
me canta al oído...
un canto entristecido...
lleno de pura gracia.
Y las solitarias
amapolas...
entre fragancias
de alóe y de rosa,
conmueven
mi alma herida...
susurrándome
muy despacio,
palabras de puro amor.