Vida mía.
No existes pero te busco.
Te busco…
en la inmensidad de la noche
con ansias febriles…
porque eres hermosa y buena,
en la soledad te busco…
cuando está callado el silencio.
Miro al jardín
y junto a los chispeantes rosas
la luna
límpidamente refleja tu imagen,
lúdica, bella y alegre
como calas recién abiertas…
Rogar al arroyo
para que brinde melodías
es humano y puro
como el rostro de Cristo
como su manto sagrado.
Eso da y brinda
paz al cuerpo y al alma.
Eso da esperanzas
a la vida y a la muerte.
¡Pero adónde vas mariposa de ensueño!
aléjate de lugares extraños
que atormentan y hacen daño,
como el dardo a los ojos,
como el pecado al cristiano.
Pues tú que cantaste
con los pastores
en las lomas lejanas
donde más cerca está el cielo
y el viento es puro, y canta…
Amada quiero dedicarte
la luz de las estrellas
que como lámparas de colores
iluminen tu trillo
a veces oscuro,
a veces incierto.
¡Amada: qué es de ti, que no te veo!
cuando emigraste a tierras lejanas
sin el beso de la mañana,
sin tu caricia que calma
mis ansias de vivir.
Miro a través de los cristales
y veo figuras deformes,
monstruos, quizás pájaros
que no vuelan, ni aman
sólo figuras y cosas discontinuas
que me hacen pensar:
¡Claro!
Si tu no existes amor…
pero te busco,
con ansias febriles
en la soledad te busco
cuando está callado el silencio.