Me aferro a tu sonrisa,
la de los viejos tiempos;
me aferro a ese latir
que llenaba el silencio,
anudo cada verbo
como en un sortilegio,
aferrándome a ti,
apresando el misterio.
Sé que tu devenir
te ha llevado muy lejos,
pero el olor de ti
me viene con el viento.
La ráfaga fugas,
cargada de recuerdos,
acerca toda el agua
a mi pozo sediento.
Tu luz de dicha hambrienta
ha de arrimarme el beso,
y llenara de abrazos
el anhelado encuentro.