En la intensidad del sueño
algo se pierde.
Es el último recuerdo que tuvimos del día,
el entusiasmo de un magnífico instante,
los grandes ojos tibios donde reflejamos
nuestras dudas;
quizá el ruego de piedad
para que la bruma no caiga sobre nosotros.
El sueño mueve su hilo pendular.
Y el recuerdo final escapa:
esa vaga historia de nosotros
y de los otros,
la repetida historia que hablaba de infinitos,
y fue un puñado de sal bajo la lluvia.
Tantos inacabables nombres,
y detrás de nuestra espaldas
tantas hojas caídas
sin otra explicación que el otoño.
Tantas ignoradas estrofas que quedaron sin decir.
El sueño duerme.
Algo que jamás podremos recoger
queda detenido.
G.C.
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