Observando las grandes y pétreas
gradas circulares
y aún hoy día ininterrumpidas
me vi, de pronto, inmerso
dentro del Anfiteatro de Pompeya.
Al lado,
el imponente gimnasio
con como modernos bancos
para los ejercicios,
diseminados a lo largo y lo ancho
de aquella edificación tan fascinante.
Después,
la Avenida de Las Termas,
el foro, los templos
todavía esperando el momento
de los sacrificios y de las abluciones.
Luego,
El lupanar: otro templo distinto.
Finalmente,
las casas. Mi vista se detiene:
¡La Casa del Cirujano
Con sus mil instrumentos!
Los hornos, los molinos, tabernas:
Todo ahí detenido
para que tú lo cuentes
y sientas el vesubiano fuego
quemando las entrañas de la tierra,
petrificando descuidados seres
en extasis de amor,
transformando en cenizas la heredad.
Pompeya, Herculano, Stabia
y otros nombres menores
que, como huellas,
continuarán resonando
durante muchos siglos.
Pompeya (Italia). Primavera del año 2010.