Fernando Martínez
Ángel
Ángel distraída y juguetona,
he llegado a quererte sin querer y sin saberlo,
bella serendipia
cuento contigo, uno, dos, y tres,
incluso cuento el infinito de estrellas
que arden en tus ojos cada vez que parpadeas
con esa sensualidad que detiene todo:
el tiempo, las aves, el coro celestial, y mi mundo,
Ángel sonriente
me he gastado el mundo en mil preguntas
me he gastado los días huyendo de ti
para no sentirme acorralado
por tus angelicales razgos, esos que Dios te ha dado,
por tus penetrantes ojos, esos que yo he encontrado,
Ángel distraída y juguetona
quien hubiese pensado que al levantarme un día, descubriría un paraiso,
y al ascender por sus sendas, te encontraría a tí,
sentada en un trono, cual honorable princesa,
vestida de blanco, con tan incalculable belleza;
bella serendipia
ya no cuento contigo, uno, dos, y tres,
ni tampoco el infinito de estrellas que arden por ti,
ahora cuento lo incontable,
me imagino lo increable
y corro con la libertad
concedida por tu sonrisa de ángel
y mis deseos de quedarme
tranquilo en tu prisión de amor,
por una, dos, o tres...
o mejor cuatro eternidades.