Percibió la formación de las estrellas.
Vió la cara de los astros.
Un pez envuelto en aguas de tibias sales
habló con él en ceremonias lujosas.
Juntos decidieron la muerte de la Reina.
Fueron por ella,
y decretaron 3 días de duelo
después de que la colgaran de un árbol
del cementerio
para que estuviera más cerca de la muerte.
Orinaron juntos mientras reían.
Luego el pez debió regresar a sus mares.
Y a él lo acompañó un sabor a piedra,
un dolor en el cuerpo y en los dedos,
cada mañana,
cuando pensaba en su madre,
colgada de un árbol,
muerta.
G.C.
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