Qué ingrata forma de decirle a un pez
que con el tiempo aprenderá a volar
y basta con asirse del ovillo
que cuelga de la luna
blanco y desmadejado;
el pobre espera que empiece a llover
para intentarlo,
acaso por una de esas casualidades
lo pueda lograr
y lleve en sus ganas las alas
que las escamas le cubren.
en Viajera Sin Rumbo I