Mañana, cuando no puedan
encontrarse nuestros ojos
porque abrirlos lo impidieran
ya la niebla, o los abrojos
sellen ya nuestra ceguera,
mira aquella primavera
en que, postrado de hinojos,
te pedí que me quisieras
para siempre mientras fueras
cómplice de mis sonrojos.
Mañana cuando el solsticio
se aposente en nuestras vidas,
y descubra nuestros vicios
y también nuestras heridas,
mañana, cuando el azar
nos acerque al precipicio
recuerda que el caminar
es el más sano ejercicio,
lo importante que es llegar
a terminar las partidas.
Mañana cuando me vaya
quizás volando hasta el cielo,
de este tiempo junto a ti,
te ha de quedar el consuelo
que en cada verso que escribo
tendrás un trozo de mi,
piensa que yo aún sigo vivo
recuerda que un día fui
sólamente para tí
yo, el sujeto de tu anhelo.