Adoquinada senda de la lacustre cintura del centenario parque da vueltas y revueltas promoviendo el cansino paso.
Llovizna que el viento lleva desde hídricos octetos eyaculados con ansias de fecundar la nube llega hasta los bancos del descanso o del apasionado beso a la sombra de las tipas o de los jacarandas.
Níveos buques de oblonga marcha rompen el agua de escondida perca.
Azulones que van y vienen del refugio insular que los esconde semeja insurgente escuadra de esmeraldino pabellón.
Victoria de alas desplegadas en broncínea y eterna prisión ofrece en la altura de solitaria península el homenaje del laurel pareciendo congratular a las doncellas de la Aurora desperezadas en otro extremo del estanque.
Intrincada urdimbre de caminos lleva y trae hacia la ribera pétrea confinando la parcela que se hace mesa verde en el mate dominguero.