1
El abrazo era largo, no se querían soltar, pensaban ambos si sería la última vez que se vieran, las bombas sonaban a lo lejos.
Al final se separaron él le cogía las manos y poco a poco solo quedaron rozando la punta de sus dedos.
Ella se metió para la casa, al refugio que había construido junto a sus hermanas, abuela y madre, era obsoleto, debajo de la casa una pequeña habitación no más de 10 metros cuadrados, retiraban un viejo baúl y allí había una puerta cuadrada, se abría y daba paso a una especie de calabozo al cual se baja por unas escaleras, mejor dicho unos palos atravesados hundidos entre dos paredes, antes había servido de pajar, su padre antes de irse a la guerra donde murió, tapio la entrada por abajo y puso un viejo mueble, para que no se viera que un día allí hubo una puerta donde se guardaba la paja y el grano para la vieja burra, las gallinas, marranos y cabras y en un caso dado sus hijas y su mujer tuvieran un refugio si entraban al pueblo los soldados, o se oyeran las campanas de la Iglesia anunciando aviones cercanos tirando bombas.
La guerra duraba ya casi tres años, demasiados, una guerra absurda donde ni se perdía ni se ganaba nada, buenos se perdían vidas humanas, en la que la mayoría de los casos les obligaban a luchar...
La historia de Ana y Juan empezó cinco años atrás, siendo niños, ella doce años y Juan quince, siempre habían jugado al ser vecinos hasta que un día él se fijo en su cuerpo, ya no era la niña con la que peleaba.
Su primer beso sin malicia fue casual, sin querer, pero que encendió una llama de pasión que hasta ahora ambos desconocían.
Empezaron a verse a solas bajaban al río a bañarse y poco a poco fueron descubriendo caricias nuevas, sentimientos llenos de ternura y juntos disfrutaron de sensaciones que nunca antes habían sentido, dos años duraron esos días de complicidad, hasta que se lo llevaron a el en un camión a luchar con diecisiete años, le llamaron la quinta del biberón, pues algunos tenían quince o menos si aparentaban por su estatura mas.
En esos tres años sus encuentros fueros esporádicos, a escondidas si el estaba cerca del pueblo, a veces de minutos, solo para decirle que estaba vivo, que estaba bien, que rezara cada noche por que se acabara aquel infierno que ellos no sabían ni quien lo había provocado, ni porque había comenzado.
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Y llego el final, al fin se empezó a decir por el pueblo que la guerra había terminado, empezaron a venir soldados maltrechos, con barbas de muchos meses sin afeitar, ropas echas guiñapos y a saber desde cuando no se habían lavado. Empezaron a venir cartas oficiales dando la noticia de la muerte de muchos de ellos, otras cartas donde les obligaban a entregar las armas y entregarse ellos, para encarcelarlos o ejecutarlos, ahora es cuando empezaba la guerra particular de muchas familias, para combatir cada día esas ausencias para siempre.
Ana esperaba con anhelo la llegada de Juan, a veces con ilusión, otras con desespero, temblaba al oír llamar a la puerta y sentir la palabra \"CARTERO\" al fin llego una carta donde le daba el ultimátum de presentarse en el cuartel en cuanto llegara al pueblo, estaba en busca y captura.
Pasaron muchos meses sin tener noticias, el pueblo parecía sonámbulo, esa alegría de hacía cinco años se había perdido, la gente se saludaban, una veces con mirada de pena, otras con rencor, ya no era el mismo ni las mismas gentes de antaño, donde todo el pueblo era una piña, para las fiestas, la Semana Santa, fechas tradicionales, ese año apenas hubo procesiones y pocos penitentes.
Estaba asomada a la puerta viendo pasar a la Virgen, cuando un penitente se paro a su lado, le hizo un gesto que ella entendió perfectamente, esa mirada solo podía ser la de Juan, se escabulleron de entre la gente.
En la parte de los portones a oscuras se abrazaron, no podía creer que estaba allí, en pocos minutos idearon todo, el se quedo esperando en la penumbra de la noche, ella corrió a su casa para abrirle el portón.
Nadie debía saber nada, ni su madre, ni hermanas, Juan paso a ser un inquilino invisible mas de la casa, dentro de aquel refugio, ella aprovechaba cuando estaba sola para bajarle comida, ropa de su padre limpia, que luego ella lavaba escondía entre la canasta que iba llenando de casa en casa para ganarse unas cuantas pesetas, lavándola en el río y luego planchándola.
Se veían tan poco estando tan cerca, solo minutos, a veces segundos, donde quitando el baúl alzaba la trampilla para darle sustentos y cerraba rápido.
Lo peor era encontrarse con su madre, la abrazaba y le preguntaba si sabía algo de su hijo y su respuesta era siempre la misma
_NO.
Pasaron meses, el refugio se fue acomodando a único habitante que vivía entre sus paredes, unas velas, algún libro, jabón, navaja de afeitar, una palancana, un cántaro con agua, mantas...
Pocos eran los ratos que pasaban juntos y un día,,,Su madre la descubrió abriendo la trampilla y hablando bajito, lloró, imploro que no dijera nada que estaba en busca y captura, su madre le ayudo en su secreto, pero con un miedo atroz, por ella y por su hija, en el pueblo se habían dado casos que por encubrir a familiares se habían llevado presas a madres, hermanas, hijas, las habían rapado el pelo, las pasearon por el pueblo, incluso les metieron cañas finas entre las uñas y la carne para hacerlas hablar, era casi peor la posguerra que él guerra en sí, no había comida, en las cartillas de racionamiento te daban lo justo, había hambruna, morían niños escaecidos, los que superaban los tres años ya se decía que se habían librado de la muerte, el sarampión hacía estragos, la polio y muchas enfermedades.
Ana y Juan empezaron a verse algo mas, cuando sus hermanas se iban a servir a las grandes casonas desde el amanecer hasta casi entrada la noche, su madre se las ingenio para que ella, solo trabajara por la mañana al servicio de un hombre mayor y con tierras, estaba solo en el pueblo, vino exiliado de otra provincia con su madre y se decía que en la guerra quedo mutilado, un tiro le dio en sus partes quedando imposibilitado para poder engendrar. Por las tardes se quedaba en casa, su madre siempre estaba vigilando y cerraba la casa con el barrón a cal y canto para que Juan pudiera salir del refugio y pudiera andar un poco.
3
Así, pasaron casi tres años, hasta que un día, Ana descubrió que estaba embarazada, pusieron medio para que esto no ocurriera, pero la naturaleza sigue su camino y por más que nos empeñemos es esquivar un destino al final vamos a él.
Los primeros meses fueron horribles, vómitos, mareos, faltaba a su trabajo, las ojeras le denotaban que algo en su organismo no iba bien...
Rafael se quedo mirándola, justo cuando improvisadamente ella acariciaba su barriga y le dijo.
_¿ Qué te pasa Ana ?
Se sobresalto al tiempo que dijo.
_Nada Don Rafael.
_No es que me importe pero dime ¿ de quién es el hijo que esperas ¿
Ella se puso roja como la grana, no entendía como había averiguado la verdad, seguro que la observaba más de lo que creía.
Comenzó a hablar.
_Niña de sobra sabes que puedo ser tu padre, que lo que dicen en el pueblo es cierto, soy mutilado, no podría hacerte nada aunque quisiera, en estos años me he ido enamorando de ti, eres buena y sé que tienes un secreto a voces, yo podría acallarlo, cásate conmigo y nada te faltara a ti y a esa criatura que llevas, dentro de nada se te notara y seguro que ese desvergonzado te ha dejado tirada cuando le hayas dicho que esperas un hijo.
Ella comenzó a llorar, el se acerco y la acarició, de pronto vio una luz de salida a su situación, le mentiría a Don Rafael, le diría que un mozo la había embaucado, engañado y se había marchado del pueblo.
Le escuchaba atentamente mientras le acariciaba las manos y ella se dejaba.
_No le digo nada a su proposición, déjeme que me lo piense no por mí, sino por usted, no puedo dejarle caer el peso de mi desdichada actuación.
Estaba deseando llagar a casa, contarle a su madre y a Juan lo que le había propuesto Don Rafael, Juan puso el grito en el cielo, por nada del mundo dejaría que nadie se hiciera cargo de un hijo suyo y mucho menos de su novia, a su madre no le pareció descabellada la idea, trato de convencer a Juan de que era lo mejor para los dos, en la situación en que se encontraba en busca y captura no encontraba otra solución y poco a poco fue cediendo, entre los tres, empezaron a armar aquel complicado puzle.
Su madre fue a hablar con Don Rafael.
_Don Rafael déjeme decirle que me causa mucha vergüenza esta situación, mi hija me ha contado su proposición, ella me ha pedido que hable con usted, dígame que es lo que se propone con ella.
_Veras Juana, yo no quiero hacer infeliz a su hija ni quiero saber la historia de su embarazo, solo sé que la quiero, que no voy a poder cumplir como hombre con ella, pero ella me va a dar a mí lo que siempre he querido, una familia un hijo y yo a ella, un apellido a esa criatura y una comodidad para ella de por vida, por mis años no creo que dure mucho y se quedara bien situada a cambio de yo poder hacer un sueño realidad.
4
Prepararon todo entre sus hermanas, ella y su madre, el ajuar que había ido bordando, con mucha ilusión para en un día compartir con Juan, se fue sacando de los viejos baúles, lavando y planchando, Juan estaba triste, malhumorado, ese cariño y ternura que al saber que iba a ser padre le había cambiado el carácter, ahora se tornaba en agresividad, no quería ver a Ana, pero se preguntaba que podría hacer estando en la situación de busca con pena de muerte. Los días de la boda se iba acercando y él se consumía de celos, de impotencia, solo le pidió una cosa, verla vestida de novia y ella se lo prometió, en la madrugada previa a la boda cuando todos dormían cogió su vestido y velo, bajo a refugio, allí se lo puso delante de él, Juan lloraba mientras la abrazaba, su niña, su novia, su hijo iban a ser de oro, sabía que no se podría entregar a él, pero la sola idea de imaginarla del brazo de otro camino a la Iglesia, compartiendo su cama, sus caricias, y sus besos? lo ponían mal, ella se entrego a él como nunca lo había hecho, pasaron casi toda la noche juntos y al oír las voces de su madre muy temprano, recogió todo, beso en la frente a Juan que dormía y en camisón subió aquellas escaleras que daban al dormitorio de su madre.
Juan en el refugio sentía todos los preparativos, las voces de alegría de las hermanas de ella, como iban llegando gente, en el pueblo no se hablaba de otra cosa que o fuera la boda de Don Rafael con Ana, la chica que iba a limpiar su casa, había conversiones para todos los gustos, que si ella lo había evacuado, que si él se había encaprichado de ele desde el primer día, incluso alguna lenguas viperinas que estaba esperando un hijo suyo.
Estaba preciosa vestida de blanco, el velo le tapaba la cara y las lágrimas caían por su mejilla, abajo, justo debajo también lloraba Juan, estuvo dos veces en el último peldaño de la escalera, para gritar que se detuviera todo, que era su novia y por supuesto el hijo que esperaba de él, pero la promesa de la noche anterior a ella le contuvo por dos veces, no sabría cuando la volvería a ver, y eso le enrabiaba más aun, ella se iría a vivir a casa de Don Rafael y ya o bajaría a verle cada noche, como dormía en el dormitorio de su madre y en la misma cama que ella, por las noches con la complicidad de su madre , estaban casi siempre juntos y ahora que pasaría?.
Fue una boda en la que no faltaba de nada, Don Rafael se preocupo de hasta el más mínimo detalle, flores para la Iglesia, un banquete por todo lo alto, y un traje de novia que encargó a una modista sin escatimar en tela y adornos, a él también le hicieron un traje elegante, era su boda, una boda ficticia, todo apariencia, pero era lo que siempre había soñado, una mujer, un hijo todo cuanto quería conseguir y sabia que nunca tendría, Ana se lo iba a dar todo a cambio de un apellido a su hijo, en el fondo daba las gracias a Dios por que aquel mozo del que no sabía nada, no hubiera querido hacerse cargo de ella y su hijo, es verdad que se preguntaba quién sería el desgraciado que le podía hacer eso a una criatura angelical como Ana, pero a esas altura nada le comportaba ya , en unos minutos ella llegaría a la Iglesia, Ana le daría el \"SI QUIERO\" y seria su mujer, de nadie más, porque aunque sabía que el no podría hacerle nunca el amor, la tendría cada noche entre sus brazos...
Unos minutos más y todo sería como él había soñado.
5
En le soledad de su nueva habitación, estaba sentada en la cama que compartiría con Don Rafael ya había acabado todo, pero ella aun seguía con el vestido de novia puesto y preguntándose que debía hacer, sabía que había sudo todo apariencia, lo hablado con su flamante marido era ley para ambos, ¿ y si no era así? el entro con una sonrisa y los ojos brillantes, había bebido, no podía reprocharle nada, es más, debía estar infinitamente agradecida para no haber caído en habladurías, poca gente sabría la verdad, solo tres personas conocían el secreto.
¿Y Juan ?se preguntaba que estaría haciendo en el refugio, se lo imaginaba desesperado, y unas lágrimas resbalaron por su cara, se tocaba la barriga preñada, dentro de nada empezaría a notarse, seguro que su hijo a vista de la gente seria sietemesino, incluso lo que todo el mundo sabía quedaría en aguas de borrajas, el pobre Don Rafael resultó que no era estéril como pensaban, otros lo tacharían de prepotente que había abusado de su criada ¡ ay! lo que hacia el dinero, o, ¿era ella la que le había tendido sus redes para apoderarse de su fortuna?
_ Qué guapa estas Ana.
Le dijo acercándose a ella, Ana dio un respingo, tan centrada estaba en sus pensamientos que ni noto que se acercaba.
Se levanto de un salto y dijo.
_Don Rafael, estoy cansada, si no le importa voy a cambiarme y a dormir.
Se fue hacia el galán de noche, allí estaba su camisón novial planchado y esperando ser puesto, que distinto era aquella rara noche de bodas a con ella había imaginado, aquella noche era un sueño ya irrealizable, ni el novio con el que soñaba, ni las circunstancias, ni nada de lo que un día ideo con Juan se había cumplido.
Ana fue hacia el baño, se quito su vestido de novia, se lavo la cara de aquella pintura artificial para dar color a sus mejillas blanquecinas por el embarazo, se puso el camisón y se miro al espejo, estaba pálida y una vez más evoco a Juan.
Cuando salió Don Rafael estaba dormido sobre la cama vestido, el efecto del vino, el día ajetreado y los previos a la boda habían hecho mella en él, no era un jovenzuelo, pronto cumpliría sesenta años, se notaba los treinta siete años de diferencia, su reciente mujer muy bien podría ser su hija.
Ana abrió la cama y se acostó en el filo, estaba agotada, cerró los ojos y abrazada a la almohada se durmió.
Cuando despertó, estaba sola, su marido había salido, se incorporo en la cama y recordó su boda, abrazos, enhorabuenas, la tarta...
Alguien llamo a la puerta.
_ ¿Puedo pasar?, era él, le traía en una bandeja el desayuno, chocolate con bizcochos, el típico desayuno de unos recién casados y un ramo de rosas cortadas del patio que el cuidaba con esmero.
_ ¡ Como has dormido Ana?
_Bien Don Rafael.
_Por favor, olvídate de llamarme así, ahora somos marido y mujer.
_¿Y mi hijo, esta tranquilito?
Ella se ruborizo y a la vez sintió un escalofrío.
_ ¿Te he molestado? he visto tu gesto.
_No Don... perdón quise decir, no Rafael.
_De sobra sabe que le estoy muy agradecida, le compensare con mucho cariño, es lo único que le puedo dar.
_Lo sé y lo acepté, venga desayuna y ponte guapa, nos vamos de viaje.
_ ¿De viaje? ¿Dónde? no me había dicho nada.
_Es normal que unos recién casados tengan su luna de miel.
_Pero no me encuentro bien, los preparativos, mi estado, no sería bueno para el niño.
_No te preocupes, será un viaje de no más de cinco días y cerca. ¡Ah! y tutéame por favor.
_Quiero ir a mi casa, al menos a despedirme de mi madre y hermanas.
_No te preocupes, es he mandado razón que nos vamos dentro de dos horas para que vengan.
No, no podía ser, irse así, sin decirle nada a Juan, su matrimonio, era de conveniencia, pura apariencias ¿Que diría él?
Se vistió rápido, tenía que ir a su casa, contarle a Juan, decirle que en cinco días no lo vería, que ella no quería ir, pero que no podía negarse, la puerta sonó, eran su madre y hermanas.
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Iban a salir jutos, pero en ese momento sonó el teléfono, era una de las pocas casas que disponía de este modero aparato, la verdad es que es ese sentido Do Rafael era un maniático de las cosas novedosas.
Era el administrador para comentarle algo referente a todo lo que le había encomendado en los cinco días que iba a pasar fuera. Ella aprovecho para con un gesto decirle que lo esperaba en su casa.
Mas que andar ligero corría para poder hablar con Juan, su madre salía en ese momento, la casa estaba sola a excepción de Juan en el refugio, sus hermanas estaban trabajando, le dijo a su madre que tenía que hablar con Juan que su marido en unos minutos vendría, su madre cerró la puerta y echo el barrón, rápido corrieron el baúl, abrieron la trampa y Ana bajo.
Juan estaba leyendo, alzo la vista sin inmutarse.
_ ¿Qué tal le recién casada?
Su voz sonaba desgarrada, en tono guasón.
_ Juan no tengo tiempo para reproches, en unos minutos vendrá Don Rafael, he venido a decirte que os vamos cinco días fuera del pueblo, sabes que para mí esto es tan difícil como para ti, Don Rafael me respeta y solo quiere bien para mí y nuestro hijo, no me lo pongas mas difícil .
Esto tiene que cambiar, no sé cuándo y cuando termine le contare toda la verdad y sé que él lo comprenderá, pero por ahora poco podemos hacer.
Me respeta, y nunca dejaría yo que me tocara, porque soy tuya sin habernos casado, y tuyo es este hijo que va creciendo cada día, no podemos hace otra cosa.
Juan se puso de pie se acerco a ella y la abrazo.
_ Perdona, perdóname, estoy desesperado esto no hay quien lo aguante, son caso cuatro años encerrado en estas cuatro paredes, saliendo de vez en cuando arriba, antes te tenia a ti y ahora que hago yo aquí en este mundo sin esperanzas de salir de ese zulo.
_Juan ten fe, dicen que van saliendo presos, todo va cambiando poco a poco te diré una cosa hablare con tu madre le contare la verdad, para que pueda venir a verte, ella tiene un primo que es alcalde del pueblo del lado y siempre con mucha cautela podemos ir avanzando, mientras tanto confía en mí, dejemos pasar unos meses, te prometo que daré a luz arriba, y tu serás de los primeros en ver a nuestro hijo.
Su madre asomo la cabeza y dijo que habían llamado a la puerta, se abrazaron y se despidieron como tantas veces en esos cuatro años lo habían hecho, con un abrazo y besos. Subió las escaleras, erraron la puerta y pusieron el baúl.
Abrieron la puerta, era Don Rafael,.
_ ¿Qué hacíais que llevo un rato llamando?
_Nada Don Rafael, que la niña no se ha separado nunca de mi y sus hermanas y ya ve que ojos llorosos tiene.
_Venga si o va a ser mas de cinco días, para que conozca mi pueblo, antes que se de cuanta, estamos aquí de nuevo.
Esos días fueron intensos, Ana disfrutó en cierto modo, nunca había salido del pueblo y Córdoba era preciosa, el pueblo le encantó, Cañete de la Torres, allí conoció a primos de Don Rafael, pero estaba deseando de volver, para estar con Juan aunque fuera cinco minutos, tenía que ingeniárselas para poder estar allí a su lado y haría la promesa que le hizo de ir a ver a su madre, contarle toda la verdad, si es que quería hablar con ella, le constaba que desde que supo lo de la boda o quería habla con ella.
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_Primero ante todo le pido perdón, como le he dicho las circunstancias me ha hecho dar este paso, para nada ha cambiado el amor que siento por Juan.
_Vete Ana por favor, ahora mismo tus palabras suenan a mofa, me quieres hacer tonta, te casas con un hombre que puedes ser tu padre y me dices que quieres a mi hijo.
_No Antonia, no me juzgue, si me permites tomo asiento, estoy un poco mareada.
Ana se agarro a la silla estaba a punto de caerse.
_ ¿Te encuentras bien Ana?
Antonia se dio cuenta que se había puesto pálida y le cogió de la mano para que tomara asiento.
_Si estoy bien es cosa del embarazo.
Bruscamente la soltó.
_Antonia estoy esperando un hijo.
_ ¿Encima te atreves a decirme que no solo te has casado con un viejo por su dinero? ¿ si no que estas embarazada?
Ana esbozó una sonrisa y la agarró de las manos, ella sintió su rechazo.
_Antonia el hijo que espero es su nieto.
Antonia se quedo pálida ahora era ella la que necesitaba tomar asiento.
Ana empezó su relato y Antonia no daba crédito, por un lado sentía una felicidad infinita al saber de su hijo tras casi cuatro años, por otro lado se sentía engañada ¿por qué su novia y su madre sabían de su hijo?
Ella tenía que haber sabido de la existencia de ese refugio, que su hijo estaba vivo, sentía frustración, dolor, pero también alegría, era una mezcla rara de resentimiento y dicha, por fin sabía de su hijo y pronto olvidó. que se le hubiera ocultado su presencia, tantas veces había ido a aquella casa en la calle Mestanza, su hijo la sentiría hablar y seguro que estaba deseoso de subir del refugio y abrazarla, pero siempre había alguien, sus hermanas que no sabían nada o vecinas que entraban a preguntar si se sabía algo de Juan.
Idearon la forma de que Juan pudiera ver a su madre, de abrazarla.
Juan estaba sentado leyendo, sintió correr el baúl, abrirse la trampilla, tantas veces había oído ese peculiar sonido.
Vio unos pies distintos que bajaban los peldaños y pronto supo quién era,
Abrazó a su madre mientras lloraba, Ana quería que estuvieran solos, no quería quitar intimidad a ese encuentro tan deseado.
Desde ese día las cosas cambiaron un poco, Antonia cuando las hermanas de Ana no estaban iba a visitar a Juana, las vecinas se extrañaban que después de lo que había hecho Ana de no esperar y respetar la ausencia de Juan, que se hubiera casado con otro, siguieran las relaciones, por otro lado, eran tantas las ausencias de hijos, padres y hermanos por culpa de la guerra que veían normal, entre comillas que las personas fueran rehaciendo sus vidas.
Habían pasado, casi siete meses, Ana tenia una barriga enorme, y como era de suponer la gente murmuraba, y decían lo que era obvio, esa barriga no era normal para seis o siete meses de embarazo.
Y llego el día, Ana sintió los primeros dolores, salió de su casa sin decir nada a Don Rafael, porque lo que tenía claro era que quería que su hijo naciera en casa de su madre.
8
Estaba todo preparado, su madre y ella habían preparado todo para cuando sintiera los primeros dolores del parto, se fuera para la casa.
Don Rafael por su parte había hecho toda clase de preparativos también, una cuna preciosa, bañera, toda clase de ropita, azul y blanca, se le notaba nervioso ante el acontecimiento, cuando le preguntaba que cuando le faltaba para que naciera su hijo, ella siempre le daba evasivas y le decía dos semanas más tarde, Ana tenia resentimiento en este sentido ya que era muy bueno con ella, su madre y sus hermanas y se sentía culpable, pero ante todo estaba Juan, el padre de su hijo, esa promesa era lo primero, los últimos meses por el volumen de su barriga no podía bajar por la trampa que había debajo del baúl, cuando iba a casa de su madre, cerraban la puerta y Juan subía, disfrutaban esos instantes, el le tocaba la barriga y le decía.
_Ana que poco voy a disfrutar de el.
_No pienses en eso Juan, siempre que pueda lo voy a traer y los primeros días estarás siempre que se pueda junto a nosotros.
La canastilla estaba preparada, la madre de Juan muy a escondidas había llevado ropita, unas sabanas hechas de punto de cruz por ella, muditas bordadas, su vida había dado un giro total, desde que sabía de su hijo, es cierto que tenía miedo y cada cierto tiempo la citaban en el cuartel para declarar y su respuesta siempre era la misma.
_ No sé nada de mi hijo.
Sus hermanas ya se habían marchado al trabajo, todo estaba preparado, el agua calentando en la lumbre, toallas, la canastilla, los habitantes de la casa eran todo nervios.
Juan subió del refugio, ella estaba acostada en la cama de su madre, cuando le venían los dolores se agarraba con fuerza a los barrotes de la cama de hierro, su madre y la madre de Juan estaban atentas a todo lo que acontecía, la evolución del parto iba normal, Juan estaba a su cabecera, dándole ánimos, y sufriendo de impotencia de no poder hacer nada por ella.
Ana aguantaba los dolores del parto con una voluntad fuerte para no chillar de dolor, los nudillos se le quedaban blancos de apretar para ahogar los gemidos.
_Venga Ana lo estás haciendo muy bien.
Le decía su madre y Antonia.
_Vamos un esfuerzo más, ya asoma casi toda la cabeza.
_Empuja Ana fuerte, cuando yo te diga, un poquito más y todo habrá acabado.
Ana no pudo contener aquel grito aterrador que le causaba tanto dolor, y sin poderlo evitar gritó con todas sus fuerza.
_Ves mi hija ya todo ha acabado, tranquila, vamos a cortar el cordón y ya mismo la tienes en tus brazos.
Todo había terminado, oía a su madre llorar, mientras acariciaba aquel pedacito entre sus brazos y la lavaba, Antonia por su parte, estaba acabando de atenderla en el último paso de la terminación del parto, recogía la placenta, que durante nueve meses había sido el sustento de su nieta, lavaba a Ana y recogía y limpiaba todo.
Juan no dejaba de acariciar su cara, la besaba y parecía como si ella fuera lo más importante de aquella escena, entonces Juana le dijo.
_Mira Juan tu hija.
Entonces se puso de pies y vio la carita de su hija por primera vez, era preciosa, un calco de Ana, pelo negro, y una raja de ojos grande, aun tendrían que esperar tres cuatro días para que los abriera y ver el color de sus ojos.
Sintieron llamar a la puerta, el grito que dio Ana puso en alerta a las vecinas, que se preguntaban que habría sido.
Juan le dio su hija a su madre un beso, También besó a Ana y volvió al refugio.
Pronto supieron en la calle que Ana había dado a luz, y Juana mandó razón a Don Rafael para que fuera a la casa y a sus hijas para que conocieran a su sobrina.
Don Rafael llego en poco tiempo, cuando vio a la niña al lado de Ana, se emociono, la cogió entre sus brazos, y dijo ya tenemos una Anita, porque así le vamos a llamar.
Pregunto cómo es que no se le había avisado y Juana le respondió que no hubo tiempo que perder, el pato venia rápido y entre ella y Antonia que se encontraba en la casa la atendieron.
Casi al mismo tiempo llego el practicante y el médico para reconocerla y comprobar que tanto la madre como la niña se encontraban perfectamente.
Ana se quedo unos días más en casa de su madre, cuando estaban a solas cerraban la puerta y Juan subía, disfrutaban los dos junto a su hija, se quedaba embobado mientras Ana le daba pecho a la niña y no dejaba de acariciarla, sabía que en pocos días Ana se iría a casa de Don Rafael y ya nada sería igual.
9
Cuando llegó a casa de Don Rafael estaba todo limpio y ordenado, este había metido una mujer para que limpiase todo, el mismo de ocupo de armar la cuna, Ana no quiso que se desembalara hasta que no diera a luz. la había puesto al lado de donde dormía ella, era preciosa toda de madera blanca con una colcha de encaje que ella mismo había hecho de ganchillo, sus hermanas la habían hecho sabanitas bordadas y su madre jerséis de lana con gorritos y patucos a juego, faldones, empapaderas, Anita tenia de todo, la madre de Juan quiso ser discreta, no debía levantar sospechas, los días que estuvo en su casa fue a verlas a diario y disfruto de su primera nieta junto a Juana, Ana y su hijo, en la calle murmuraban y no entendían que se llevara tan bien con Ana y ella respondía si alguna le preguntaba maliciosa mente.
_Esa niña podría haber sido de mi hijo.
Los meses pasaban, Ana cada día iba a casa de su madre, como de costumbre cuando llegaban cerraban la puerta con el barrón, quitaban el baúl y Juan subía para estar con ellas un rato.
La madre de Juan había tomado una decisión su hijo llevaba casi cinco años, metido en aquel refugio y aunque seguía en busca y captura los que habían desertado, se decía que algunos, si no habían cometido delito de sangre iban a cárcel con régimen abierto, los familiares podían ir a visitarlos, algunos salían de vez en cuando con un visado especial, Era el año 1944 desde que en 1939 había finalizado la guerra Civil, había sido más sangrienta la posguerra que la guerra en sí, eran muchos los que habían huido a Francia, país fronterizo y allí se habían establecido, algunos a pesar de haber dejado familia en España habían formado allí otra familia, sabían que tendría que pasar muchos años para poder volver.
Iría a hablar con su sobrino, hijo de única hermana, así era la guerra, que enfrentó a familias, unas pertenecían a un bando siendo hermanos, incluso padres e hijos con ideologías distintas.
Anita pronto cumpliría un año y Juan se preguntaba si podría seguir viéndola, ella pronto comenzaría a distinguir entre padre, madre, tías, abuelas y ¿Juan? ¿Qué lugar ocuparía? si ya tenía un padre, no se le podía decir padre a dos personas distintas, era una niña muy despierta, antes de tener el año ya andaba, siempre procuraban que la niña no viera de donde salía Juan, Juana decía que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad y si ella veía de donde salía aquella persona que solo veía a allí, tendría Juan los días, las horas contadas.
Juana fue a Bailen a hablar con su sobrino.
Espero que viniera del ayuntamiento, era el alcalde, su hermana se caso con un Ballenero, se veían muy poco, Antonia siempre iba a Bailen por el atajo llamado \"La Cuesta la Muela\", por allí iban las mujeres de Baños de la Encina que se dedicaban al estraperlo.
_Esteban ¿puedo hablar contigo a solas?
Esteban quería mucho a su única tía y siempre que la veía le preguntaba por su primo, al principio abierta mente le decía que no, incluso le pedía ayuda para que la ayudara a buscarlo, cada uno era de distintas ideologías, pero había respeto y cariño entre ellos, no en vano cuando iban de Bailen a Baños con sus padres era su compañero de juegos, pasaban largas temporadas juntos, luego vino la maldita guerra que los separo.
_Dime tita ¿qué quieres? ya te lo dije la última vez he movido hilos, he pedido favores, y no se sabe nada de mi primo.
_ Dentro de lo que he podido saber no hay parte de defunción, pero y no es por ponerte mal cuerpo, cada día hayan cadáveres en las cunetas, en bosques, aun siguen matando presos políticos.
_Esteban júrame por tu madre que lo que te voy a decir no saldrá de aquí, ni siquiera a mi hermana.
_Te lo juro tita.
Se puso de pie y se acerco a ella, sabía que era algo muy secreto por el tono de voz que ella lo dijo.
_He sabido de tu primo, está escondido, no sé donde, pero vive.
Antonia no quiso dar más detalles, sabía que se la estaba jugando.
_Quien tenlo ha dicho? ¿Cómo lo has sabido?
_Por medio de un compañero de él, que un familiar le había conseguido papeles para salir del escondite, iba de paso a su pueblo y se llego a decírmelo.
_ ¡Tita esa es una buena noticia!
Antonia le había dicho la verdad a medias, confiaba en su sobrino, de hecho le había contado su secreto, un secreto que solo conocía Ana, su madre y ella, pero cuando le diera pruebas que podía confiar plena mente en él, le diría la verdad.
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Ana estaba rara, se sentía mal, intuía como mujer que su cuerpo estaba cambiando al igual que cuando se quedo embarazada de Anita,
Se lo dijo a su madre.
_Mama creo que estoy embarazada.
_Pero hija, ¿es que no has pensado tu situación?
_Mama tenemos cuidado pero no ha valido, llevo 15 días de atraso y seguro que estoy embarazada, Anita casi tiene dos años.
Le parecía mentira que hubieran pasado casi tres años desde que se casara con Don Rafael, el tiempo había pasado volando, la boda, el nacimiento de su hija, en parte todo parecía que no pasara el tiempo, Juan seguía en el refugio escondido, su falso matrimonio transcurría normal Don Rafael era un buen padre para su hija, cada día se marchaba al campo, tenía a pesar de sus casi sesenta y tres años una gran vitalidad, su vida marital era nula, sin embargo a vista de la gente eran un matrimonio bien avenido, se les veía juntos en las fiestas del pueblo, paseando con su hija, él nunca le hacía preguntas sobre el padre de su hija de si le había vuelto a ver, Anita era una niña despierta, que a veces hablaba de sus titas, su tito Juan, su abuela, Don Rafael nunca le daba importancia a aquél tito Juan se refería, ya que sus cuñadas tenía amigos medio novietes la niña salía a pasear con ellas y los amigos de ellas y porque él siempre decía a todos, sus titos y primos a pesar de no tener ninguno.
Ana no sabía qué hacer, cuando se enterara Don Rafael de su estado, seguro la echaría de casa, ya una vez la recogió, no le importó su estado, la hizo su mujer, formaron una familia, pero ahora no sabía que decirle,
¿Que había vuelto el padre de su hija? eso sería como defraudarle, engañarle, a pesar de lo bien que se había portado con ella.
No había querido decir nada a Juan su mente era un caos, se pasaba el día llorando, Don Rafael la conocía muy bien llevaban casi siete años juntos, tres de casados y casi cuatro que estuvo sirviendo en su casa, pero los días iban pasando, los pechos le habían aumentado y la cintura se estaba ensanchando, tenía que tomar una decisión.
El primo de Juan, estaba moviendo papeles, había ido a hablar a Jaén con un superior, incluso tenía mucha amistad con un Teniente de la Guardia Civil, le había contado el caso de su primo, del que solo sabía que estaba escondido, pero que ni su tía ni el sabían dónde. Le habían prometido ayudarle aunque eran del mismo partido y amigos, en el fondo no se sentía seguro de lo que le pudiera pasar a su primo, solo cuando tuviera un salvo conducto le diría a su tía que se presentara al cuartel, no quería jugárselas, aún había mucho recelo, a pesar de haber pasado más de ocho años desde que la guerra, había terminado, España se estaba normalizando, se estaba intentando reconstruir un país desecho por una guerra injusta, los pueblos se iban quedando vacíos, los jóvenes se marchaban a Barcelona o a Madrid a buscar trabajo, otros se marchaban a Francia o Alemania.
En la casa de Juana había mucho revuelo, se casaba una de la hermanas de Ana, la que le seguía en edad y la casa estaba siempre llena de gente, se daban los últimos toques a la ropa, se planchaba y se ponía en bandejas de mimbre para llevarlas a la casa que sería su nuevo hogar, era costumbre enseñar todo el ajuar, cajones abiertos para que la gente viera todo lo que había hecho la novia para su dote.
Ana siempre estaba cansada mareada y su desconsuelo a parte del embarazo era a la situación de engaño para con su marido.
Ana había tomado una decisión, Juan ya se lo había notado y ella se lo había confirmado que estaba esperando un segundo hijo, él se puso muy contento, se había ido acostumbrado a su encierro, veía a la niña, eso si menos y era el tío Juan, familiar de su abuela Juana que siempre estaba en su casa, a sus tres años de edad sus juegos eran lo más importante para ella y Juan le daba toda case de juegos, la abuela Antonia, su otra abuela se deshacía en regalos para con ella, era una niña feliz.
_Rafael tengo que hablar contigo.
Habían pasado casi cinco meses de embarazo y Ana se estaba poniendo más gorda de lo normal.
_Necesito que me perdones no he debido hacerlo pero ha sucedido, no mereces esto por mi parte, así que si tengo que irme me voy.
_¿Pero qué estás diciendo niña?
11
Ana se frotaba las manos, estaba nerviosa, lo había decidido, ya no podía esperar más, Anita dormía, era de noche y hacia un viento enorme, para hacer honor a aquel dicho de que Marzo ventoso...
_Pero Ana ¿se puede saber qué te pasa? te noto muy rara últimamente.
Se echó a llorar y Rafael empezó a preocuparse, se levantó y la acarició las manos.
_Dime que es lo que tienes ¿estás enferma?
_Rafael te voy a contar todo, no mereces una mentira mas de mí, me has demostrarme tanto cariño que por nada del mundo voy a seguir engañándote y es que ha sido todo un engaño, una farsa pero cuando sepas toda la verdad comprenderás que no tenía otra forma ni salida, ya me ayudaste cuando me quede embarazada, le diste un apellido a mi hija, nos tratas como unas reinas a mi hija y a mí.
_Venga ya Ana, me estas poniendo nervioso con esas declaraciones, de sobra sabes que sois mi mundo, llegaste a mi vida de puntillas y me diste todo lo que un hombre pueda desear, una familia, una hija, sé que no te he podido amar como un hombre físicamente, pero te quiero como a nadie, más bien con amor fraternal, si, como a una hija, pero ya sabes que no te engañé, lo siento si no he podido darte amor de hombre.
_ Es `por eso por tu cariño que no puedo engañarte mas, sé que me la estoy jugando, no sé si me comprenderás, pero cuando escuches mi historia, sabrás que estoy atada de pies y manos, que por nada del mundo quisiera hacerte daño, aunque sé que te lo voy hacer.
_Ven siéntate aquí a mi lado y escucha lo que te voy a contar, después tú decides si me quedo o me voy, pero si de verdad quieres a Anita, no le hagas daño a su padre.
Ana empezó a contarle todo a Rafael, este escuchaba atentamente, toda la historia, Ana lloraba, pero ya sin ese dolor del principio, estaba más tranquila aquella confesión la estaba dejando libre de aquel peso que llevaba encima casi tres años.
Cuando terminó, le preguntó a Rafael que pensaba.
Rafael estaba pálido, su mundo se derrumbaba, por fin sabia quien era el padre de Anita, nunca se habría imaginado esa verdad, hubiera dado parte de su vida, su fortuna por no haber conocido aquella historia, sabía que se había abierto un abismo, donde ya no tendría cabida entre Ana y su hija.
_¿ Y donde esta él ? porque está en el pueblo ¿verdad?
Ana se puso de pie temblaba de pies a la cabeza.
_Si.
_¿ Me vas a dejar ?
_Rafael ahora no podría aunque quisiera, si sale de donde esta no tardarían en detenerlo, encarcelarlo o incluso matarlo.
_Ayúdame, no te merecías este engaño pero dime ¿que podía hacer, si no?
Rafael le daba mil vueltas a la cabeza, pensaba que Ana había tenido un desliz, que nadie reclamaría aquella hija que él había reconocido, que para siempre iban a ser suyas las dos y ahora todo se derrumbaba.
_Ana te voy a ayudar, pero tienes que confiar en mí, dime donde se encuentra.
Ana dudaba en decirle donde se escondía, pero sabía de la tenacidad de Rafael cuando se trataba de conseguir una cosa, lo veía calmado, pero en el fondo, sabía que estaba desecho por dentro.
_Rafael no voy a dejarte nunca Y Anita siempre será tu hija, eso tenlo por seguro, si algún día sale su padre de donde está escondido, si no se lo llevan para matarlo como a muchos otros, entonces le contaré la verdad y seguro que te valorará y te querrá igual, ahora es pequeña, el único padre que conoce eres tu y no comprendería nada, mejor dejarlo así.
_Ana ¿tú lo ves verdad?
_Si Rafael de vez en cuando.
No quiso darle más pistas, aunque confiaba en el cómo se confía en un padre, este no lo era, ante la ley era su marido y con papeles el padre de su hija.
_Tienes que contármelo todo si quieres que te ayude, miraré a ver qué puedo hacer.
Estaba destrozado aún así, el amor que sentía por Anita su hija, era muy grande y no podía hacerle daño quitando de en medio a su padre, ella cuando fuera mayor no se lo perdonaría y él, el estaba ya rozando el umbral de los setenta años y poco le quedaba de su maltrecha vida, sus heridas de guerra, su mutilación, iban haciendo mella.
_Rafael aun hay otra cosa que quiero que sepas.
_Si he dado este paso es porque algo grande me está pasando, voy a ser de nuevo madre.
12
Ana respiró profundamente, era como si se hubiera quitado un gran peso de encima, pero Rafael le preocupaba, recordaba la conversación de la noche anterior, de como la cogió por los hombros y le dijo.
_Mi pequeña Ana, cuanto has sufrido estos años! yo no voy a ser un estorbo en tu vida, te voy a ayudar, no temas nada, anda duerme tranquila en tu estado no te conviene estar nerviosa,
Oyó como Anita la llamaba.
_Voy mi niña.
Rafael no estaba había salido, se ve que se había dormido y no se había enterado de cuando él se levantó.
Llamaron a la puerta, rápidamente se vistió y fue a abrir, era la pareja de Guardia Civil.
Sabía que no era nada bueno su presencia tan temprano en su casa, le temblaba todo el cuerpo, y se preguntaba si Rafael en vez de ayudarla la había ido a denunciar al Cuartel.
_Buenos días, tiene que acompañarnos al Cuartel.
_ Es que estoy sola y tengo a mi niña de pequeña.
_Puede dejarla con algún familiar de camino.
_Vale deme un momento que la vista.
Ana entro para dentro a vestir a Anita, no podía contener as lágrimas, Rafael y quien si no la había denunciado, sintió rabia, impotencia, pensaba que con su declaración la iba a ayudar y no habían pasado ocho horas cuando la llevaban al Cuartel.
No atinaba a vestir a su hija, lo hacía como una autómata, por fin acabo la cogió en brazos y dijo.
_Cuando quieran.
Al pasar por la puerta de casa de su madre, dijo.
_ ¿Puedo dejar a mi hija con mi madre?
Se miraron la pareja de Guardia Civiles y uno de ellos dijo.
_No hay ningún problema.
Llamo a la puerta, su madre abrió y dijo.
_Ana ¿qué pasa hija?
_Nada Mama voy a Cuartel cuida de Anita.
Llegaron al Cuartel y la pasaron al despacho del Teniente, no le llegaba la ropa al cuerpo, se hacía mil preguntas y no encontraba respuestas, cuando entro y vio a Rafael supo toda la verdad, el la había denunciado, ella que había confiado plena mente en el.
_Siéntese por favor.
El Teniente y un Cabo, estaban esperándola y Rafael con ellos.
_Vamos a ver Ana, tiene que contarnos todo.
Ana los miraba a los tres pero su mirada quedo fijada en Rafael y le dijo
_ ¿Por qué?
Rafael se acerco a ella y dijo.
_Tranquila Ana, esto es un paso que había que dar, no te va a pasar nada.
_Déjeme, no me toques, confié en ti y mira que poco a durado de nuestra conversación a este momento.
_Ana por favor siéntate, y escucha cuanto te va a decir el Teniente.
_Ana debes contarnos donde se encuentra Juan
El Teniente se había puesto en pie.
_No nunca lo diré, así me metan presa, prefiero ser yo a que entre rejas a decir donde está escondido.
_Ana no le va a pasar nada.
Ella dudaba, se hacían pasar por buenos, para luego una vez supieran donde estaba meterlo preso, llevárselo de Baños a no sabía dónde y a saber que le harían.
Rafael tomo la palabra.
_Ana te juro que no le va a pasar nada, ellos me lo han prometido, pero es un fugitivo de la Ley y hay que regularizar su estado, si sigue escondido poco se puede hacer.
_No, no voy a decir nada.
Ana se tapo a cara con las manos y comenzó a llorar.
_ ¿Por qué? ¿Por qué? si yo confiaba en ti.
El Teniente comenzó a hablar
_Ana no perdamos tiempo, o nos lo dices o será peor, ha pasado mucho tiempo, desde que acabo la guerra, haremos lo posible para que pueda quedar libre o cumpla una condena como preso político, Rafael tiene contactos con gente importante, pero si no se entrega y somos nosotros os que lo busquemos, nada podemos hacer por ayudarlo.
_Ana por favor di donde se encuentra Juan, yo no quería que fuera de este modo pero el Teniente me ha dicho que es así como hay que hacer las cosas, no es igual entregarse que buscarlo.
_Déjeme ir, no sé donde se encuentra, está en la sierra escondido, no tengo ni idea donde y cuando lo vea lo convenzo para que se entregue, baja al pueblo de vez en cuando por la noche a por comida y yo se la doy, y ropa limpia, no puedo decirles nada mas, ni siquiera su madre sabe nada.
Ana quería ganar tiempo y no implicara a Antonia la madre de Juan.
13
Todo había dado un giro de 360 grados, se sentía mal, física y mentalmente.
Lo que había guardado durante siete años en secreto, en pocas horas se había descubierto, pensaba la manera de salir de aquella encrucijada, salió del cuartel a paso ligero, le hubiera gustado volar, ir al encuentro de Juan, contarle todo, sabía que era vigilada.
Llegó a casa de su madre, con los nudillos llamó a la puerta y ésta le abrió, pasaron dentro y echaron el barrón a la puerta, Anita jugaba ajena a todo, a su dos años y pico, poco entendía lo que estaba pasando a su alrededor.
_Mama todo se ha descubierto, anoche hablé con Rafael, le dije la verdad, que estoy embarazada, que Juan se encuentra escondido, y él, por querer ayudarme me ha hundido, ha ido al cuartel lo ha contado todo, sé que no quiere hacerme daño, pero creo que se ha equivocado, hay que hablar con Antonia, que vaya a ver a su sobrino.
_Calma hija esto no te hace ningún bien, espera que le abra a Juan, llévatela la niña al patio un momento.
Juan subió del refugio, cuando le contaron todo, lejos de ponerse nervioso, habló con serenidad.
_Bueno esto se ha acabado, algún día tenía que ocurrir, me voy a entregar, nadie debe saber que he estado aquí escondido, diré que he estado todos estos años en la sierra, no quiero que pase nada a tu madre ni a ti.
_Mi madre ira a hablar con mi primo, le dijo que al no haber cometido delito de sangre no me podía poner pena de muerte, así que calmaros, esto ha durado demasiado tiempo.
Ana salió al poco tiempo de la casa de su madre con Anita de la mano, como suponía la habían seguido desde el cuartel, cerca se encontraba un guardia civil, a paso ligero se dirigió a su casa.
Allí estaba Rafael.
_Ana perdóname, he sido un ingenuo, pensando que te podría ayudar, nada más comenzar me han detenido en el despacho, he pasado un rato terrible hasta que te he visto entrar, nunca imaginé que vinieran a la casa a por ti.
_Tranquilo Rafael, mejor así, veré el modo de comunicarme con Juan, sé que se va a entregar, ya está cansado de estar escondido, cuando no ha cometido ningún delito, en cuanto a perdonarte, no hay nada que perdonar, gracias, mil gracias, eres una persona entrañable y un padre ejemplar, toda la vida no me alcanzaría para pagarte lo que has hecho con mi hija y conmigo.
Ana beso en la frente a Rafael y éste la abrazo como solo un padre sabe abrazar a una hija, porque Ana era una como una hija para él, aunque se empeñara en que fuese de otra manera, ese dolor siempre lo tendría, porque a pesar de todo, amaba a Ana como nunca había amado a nadie, en las noches de alcoba lloraba de impotencia de no poder hacer feliz a su mujer, dormían juntos desde que se casaron, él siempre le daba un beso, las buenas noches y se daba la vuelta, no quería que ella se sintiera mal.
Y en cuanto a la niña la adoraba, se deshacía cuando ella le llamaba papito con su media lengua, las dos eran su única familia y daba gracias a Dios por haberlas puesto en su camino.
Muy temprano al rallar el día, Juan salió de su refugio, antes miró alrededor, lo que había sido su guarida durante más de siete años.
Se despidió de Juana y su madre que había sido avisada por ésta, les dio un abrazo y las gracias y lentamente bajó calle abajo a entregarse al cuartel.
Pronto se supo en el pueblo que Juan había sido preso, que se había entregado después de más de siete años escondido en la sierra Bañusca, no se hablaba de otra cosa, en las tiendas, en las esquinas.
Ana estaba hundida, ya nada había que esconder, todo había acabado, ni siquiera su hija la sacaba de su tristeza.
Pasada una semana donde cada día iba a ver a Juan a la cárcel, junto a la niña y Antonia su madre, el Teniente les comunico que se llevaban a Juan a Jaén.
Estaban moviendo toda clase de contactos Rafael y el primo de Juan, pero la ley era implacable ante los presos de guerra.
Fueron siete largos años años escondido en aquel refugio, habían pasado tantas cosas, todo estaba cambiado a como él dejara el pueblo antes de la guerra, mil imágenes pasaron por su cabeza conforme se iba alejando del pueblo y una lágrima cayó por su mejilla, cuando al volver la vista atrás, vio a su madre, su hija, Ana, Juana, sus cuñadas y cientos de personas que habían ido a despedirlo.
No hablaban nada, ni reclamaban, en aquella época estaba prohibido toda clase de manifestaciones y sin embargo con su sola presencia, aquella multitud acobijaba y daban ánimo a la familia de Juan y a éste.
Lo que pasara desde el momento en que se entregó, nadie lo sabía, sin embargo una esperanza de libertad se reflejaba en aquella mirada enturbiada por las lágrimas.
Un aire fresco entraba por la ventanilla del coche aquella mañana, aquel aire que tanto echaba de menos en su encierro, en el refugio, un aire que traía recuerdos conforme se alejaba de su pueblo a otra clase de encierro, pero que le daba libertad, aquella que soñara tantas veces.
Y aquí acaba ésta historia, tiene un epílogo, porque toda historia tiene un después.
E so dejadme que lo ponga en otro capítulo.
CASTILLO DE BAÑOS DE LA ENCINA (JAÉN)
Epílogo
Toda historia tiene un antes y un después como dije en el anterior capitulo y ésta no es menos, pasaron siete años resumidos en trece entradas y ahora os pongo el final de esta mini novela.
Siempre pensé que aquella puerta cuadrada de unos setenta y cinco centímetros de diámetro, con un asa de cuerda y que se estaba debajo del baúl de la habitación que era de mis abuelos, había tenido un misterio, que una historia encerraba y cuando quitaba el baúl para limpiar y fregar aquellas baldosas rojas, con filico pincelado en color gris cemento, me la imaginaba, mi abuela me decía que era para bajar a echarle de comer a los animales que habían en el corral y las cuadras, en las noches de frío en Invierno, sin tener que bajar por las escaleras que daban a intemperie, pero mi Imaginación siempre imaginaba que se escondía algo más de aquel servicio, e aquí que después de casi cincuenta años escribí esta historia, por fin le puse alas a mi sueño infantil.
La historia no acababa en aquel día que Juan se lo llevaron a la cárcel, han pasado muchos años, Juan Rafael es un hombre hecho y derecho, si, Ana dio a luz un niño al que le puso éste nombre, nació estando su padre preso y me quedo embobada mientras me cuenta la historia de sus padres, porque a igual que su hermana disfrutó de una madre y dos padres.
Su padre biológico era Juan Domínguez Ortega, estuvo preso doce años, los mismos que él tenía cuando salió de la cárcel, su mente no entendía a esa edad, el por qué él tenía dos padres a los que adoraba, al igual que su hermana Anita.
Cuando su padre Rafael murió, el tenia once años y un año más tarde ocupó su lugar su otro padre Juan.
Todo el tiempo que estuvo preso Juan, cada semana iba con su madre y hermana a ver éste otro padre, unas veces iban solos y otras los acompañaban una de sus abuelas o tías, hermanas de su madre, incluso un primo de su padre Juan que era de Bailen.
El día que salió Juan de su encierro en su casa hubo una fiesta. Y un año más tarde se casaron su padre y su madre.
Y ahora sí, doy por terminada esta pequeña historia, de aquella puerta que había debajo del baúl.
Espero la hayan disfrutado
Quiero dar las gracias Isabel Conejero Valencia por cederme algunas fotos, otras me han gustado y se las he cogido yo. Y algunas mías, todas son paisajes de Baños de la Encina, (Jaén), el pueblo donde naci.
Entre las fotografías de ella y de Diego Muñoz-Cobo Rosales mi blogs se enriquece.
Gracias a los dos.