A mi nadie me entiende,
soy igual que aquel ser
que debiera haber muerto antes de nacer
para acceder directamente al limbo.
¿soy celta o soy wikingo?
nunca lo podré saber.
Yo soy igual que esos dos
que discuten sobre diós
y ninguno de ellos reza,
cada cual diciendo lo que le interesa;
y yo, que aunque ciego estoy, aún distingo
si es sábado o domingo,
les miro con fiereza
cual tigre vigilante que a su presa
no concede un respiro;
y es a dios a el que pongo por testigo
al mismo dios que creo que no creo
y si existe quisiera ser su amigo,
con el que yo flirteo.
Igual que hiciera el ínclito Tadeo
o Judas en su gran traición a Cristo,
me visto y me desvisto
sin descubrir si veo lo que veo,
o es lo que veré o aquello que ya he visto.
Un paso hacia adelante y otro atrás
voy dando tropezando en el camino
de pan falto y de vino,
echando una mirada hacia el parnaso,
intentando sea firme cada paso
ignorante, presumiendo de adivino,
inmerso en lo profundo de sus mares,
a punto de subirse a sus altares,
lamentos que sobre la arena extiende
los falsos argumentos
a secar. Y no comprende
por qué razón el viento
juguete es de cuerda en movimiento
que espera cada día
sangrando por la vía
espuma, expande hieles hacia adentro.
Asi es,
yo siempre dando traspiés
vivo en la oscuridad encadenado,
no sé si ando despierto o mareado,
la noche no se enciende
y a mi nadie me escucha ni comprende.