Por mucho que lo intentes y aunque tengas
encendidas las manos
ya no puedes ser hijo de otros padres ni te está permitido
vivir en otra edad,
el sol, amigo mío,
siempre sale detrás de alguna loma
que no es tuya ni es mía
y al final de la tarde llega a ti, entra en tu casa
por la única puerta que olvidaste cerrar cuando quisiste
renunciar a ti mismo.
Estás solo, muy solo, amigo mío,
sin alquimias ni deudas,
pero solo
y te duele el futuro y te acongoja el presente,
dices una palabra
y al momento
hay cenizas viajeras en tus labios,
hay turistas que vienen con la voz precintada a escuchar de tus ojos,
dices aire y te quedas
vigilando detrás de la ventana por si cruza algún pájaro.
Y es que a pesar de todo no quieres admitir que esta ciudad
se construyó de mármol,
que alrededor de ti
no hay quien sepa tu nombre ni a qué edad
se te olvidó el reloj en una nube.