Sobre la almohada encontré algunos sueños tirados,
comencé a recogerlos,
había sueños viejos y algunos muy jóvenes,
y mientras los ordenaba tropecé con uno ya casi extinguido de mis recuerdos,
y me acordé que juntos despabilamos ese sueño.
Pero vos preferiste visitar otras almohadas,
y no quisiste saber más nada de mí.
Y desde entonces guardo ese sueño, no como recuerdo,
sino para alguien que sepa nadar entre mis sábanas
que poco a poco rebalsan y salpican gotas de dolor,
porque el fuego sigue ardiendo,
en el medio del mar, y en el fondo de la nada.