Se vistió la sombra
de olivo gris y somnoliento
y las nubes tiznadas descendieron
despojando de pardos a la esperanza.
Las tierras de las llanuras
quedaron permanentes en la cólera
como guerreras insurrectas.
La noche, de ébano,
toma su represalia antinatural,
zozobra en un desquite de estrellas,
de dorados aromas,
con la fuerza impetuosa de la necesidad
de copular bajo algún concepto
con el momento de la melancolía.
También,la noche,
Puede gozar en las ruinas,
con el vainilla de la misericordía
que se fundan entre las sabanas
que zarandean las olas…
son las penas de la humanidad
que se observan desde el éter
entre los bandos naranjas del ocaso
cantando por lo bajo en ausencias
de tantos versos de amor .
Antonia Ceada Acevedo