Ese ser tan bello,
de cuerpo elegante,
se siente importante,
tan distante y frío...
Que me ha enamorado
justo en el momento
en que fue mi dueña,
y yo no fui mío.
Desde que la vi,
desde que admiré
su andar cadencioso,
su vaivén y brío...
Ya no pienso en otra
que me robe el sueño,
quiero ser su dueño,
quiero ser su amante.
Aunque su peligro
me mantenga lejos,
porque su veneno
mata en un instante.
Esa viuda negra
que distrae mi vista,
desde que la vi
la calle cruzar...
Ha tejido en mí
una telaraña,
capaz de atraparme
con solo mirar.
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Autor: Ramón C. Infanzón
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