Basta con mirar arriba y percatarse de que sólo hay estrellas y gas, que los mundos no son más que metamórficos monolitos errantes que contienden por la vida, síntesis misma de los ciclos de muerte y reencarnación en donde aquellos que aseguran ser energías supremas pierden el sentido y generan distorsiones usualmente innecesarias que alteran su propio universo