En hora muy temprana yo quedé sorprendido
Pues vi a una bella dama herida por Cupido
Estaba interesada en ese caballero
Que pasó cual si nada con un paso ligero
Ella no declaraba, lo que en verdad sentía
No decía que lo amaba, solamente lo veía,
El sintió de repente, en mirada cruzada,
Ese deseo ardiente: atracción conjugada;
Se mostró muy serena, él adusto y severo,
Quiso ser tan ajena que lo dejó sin fuero;
De ella se separó, mas luego se acercaba,
De repente le dijo que cómo se llamaba;
Lo demás no interesa, ya quedó demostrado,
Que quien tiene la fuerza en el lugar sagrado,
No es el hombre, queridos, sino la débil dama
Se quedan confundidos, ¿dónde queda su fama?
Quizás entenderán el poder del deseo,
Tal vez aceptarán el encanto de un beso;
Así es, la fortaleza, no está en ese cerebro,
Ni en la ira o las pesas; sí, en el pecho sincero…