Los ¡ayes! para vosotros:
dijo el perenne profeta
de este mundo.
Y que trasteen los potros
hasta la voz del poeta
iracundo.
Y para qué ir cabalgando
entre los rieles del orbe
muy gastados.
Si estamos riendo y llorando
el alma cual paño absorbe
lo cansado.
Recuérdame aquel ayer,
desde cuando alboreaba
lo que pinto.
Jamás olvides mi ser
que solamente te amaba
por instinto.
¿Quién es mortal extranjero
que se viene tan humano
entre lirios?
¿Quién es aquel forastero?
debe ser maometano
tal vez sirios.
Al encuentro de lo lejos
llora un ave sus tristezas
anidadas.
Llora el pesar y aparejos
de los años de proezas
amargadas.
¿Qué dijo el predicador?
¿Qué destella el agorero
misterioso?
Será el grande pecador
al que solamente espero
tan furioso.
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John Morales Arriola.