Has creído porque me has visto
Jn: 20, 2
Quiso meter la mano en el costado
en la herida roja de Dios.
“¿Qué tienes ahí para mí?” -dijo-
“Quiero saber qué guardas,
qué escondes,
qué reservas.
¡Dámelo!”
Desde la honda lejanía,
desde el trono altísimo
de todas las edades y de todos los mundos,
los ojos del Resucitado
miraron un momento al temerario.
-Pedid y se os dará-.
Le permitió que hurgara con sus dedos
en las entrañas cósmicas.
-Buscad y encontraréis-.
Desde lo más profundo surgió al punto
un fuego tan intenso
que no fueron capaces de apagarlo
todas sus lágrimas.
¡Señor mío y Dios mío!