A. Martinez

Para Carmen.

Ella estuvo atrapada entre  espejos

prisionera de su propio reflejo.

La luz oscura de lejano arte

le daba fuerzas para resignarse,

para anhelar otras corrientes de viento

que la llevaran a otras dimensiones.

Su pobre amor, roto, escaso,

no era fuente  vital de sus antojos,

sus manos languidecían,

¡Y ella quería pintar!

Quería volar en alas de colores,

de figuraciones ajenas al dolor,

al casi encierro de laceraciones.

Su voz perdida entre lamentos

no le servían a su itinerario,

a su rutina gris.

Al fin, ¡la luz!, el vuelo libertario,

su garganta entregada al nuevo canto,

sus manos, sus pobres manos,

de nuevo sintiendo el encanto

del pincel, del lápiz, del dibujo necesario.