Bajo piedras y señales
entre crudas sombras y rotos bolsillos
yacía un demonio
compartiendo su vida conmigo.
No recuerdo como se llamaba
su nombre nunca a mi me lo dijo,
solo recuerdo que miraba
sin paciencia y odio, todo alrededor mío.
Y entre el odio se moría,
se carcomía por dentro
hasta que un ángel se encontró
y lo cambiaría sin darse cuenta.
Y así se vió el demonio
que tenía un corazón
y para confundir su alma
recibía una bendición.
Todo era muy extraño
desde su percepción
sin colores dibuja
en blanco y negro su pasión.
Y se entregó al cielo
por querer merecerla
así todo cambió
todo, en nombre de ella.
Se dió un paso inexorable
al espacio sin retorno
porque el espectro decidió
construir su capullo.
Y al reflexionar mucho tiempo
solo en la marejada
despertó sin saberlo
inmerso en su mirada,
ya no era un gran demonio, ni un fantasma o una sombra
ya era libre al fin
y volaba con alas, como de mariposa.