Murió sin siquiera merecer unas flores,
fue el mejor… tratado como los peores,
pero así se dan a veces las injusticias…
Cala el dolor profundo hasta los huesos
y se va borrando todo rastro de besos
y ya borradas están también las caricias.
Murió sin merecer al menos un abrazo,
algo que hiciera menos triste el fracaso
y dejara alguna sonrisa en la memoria.
Debo entender que todo debe acabarse,
pero habría alguna vez que preguntarse
si es “tristeza” el título de esta historia.
Su muerte no mereció ni un gesto final,
al menos por hacer ver que no daba igual
una presencia efímera y una gran ausencia.
Puedes asegurarte si lees lo que escribí
que ya no llegan con el viento hasta mí,
tantos aromas inigualables de tu esencia.
Murió y no se sintió lamentada su muerte,
aunque parecía un amor sólido, muy fuerte,
pero no siempre todo es lo que nos parece.
A veces hasta nos estamos confundiendo,
al sentir que en el alma algo va creciendo
y es solamente el dolor lo único que crece.
No hay esperanza ni palabras de consuelo,
se volvió infierno lo que antes era el cielo
y no queda ni siquiera un ángel que sonría.
Ignoro si acaso tendrá sentido aquí escribir
que si ese ángel tuviese hoy algo que decir,
ni él mismo atinaría a saber qué nos diría.
Murió y le pasará como a todo lo que muere
y no te deja cicatriz en el alma, no te hiere
porque no te importó ni ahora te importa…
Ya ves… la conclusión no deja de ser amarga,
porque para ti y para mí la vida será larga,
pero para el amor fue injustamente… corta.
Poema original de Álvaro Márquez
Nacido en Caracas, Venezuela
Todos los derechos reservados
Correo: [email protected]
Twitter: @poreros
Publicado el 14/4/2015
Imagen: De Google