El iris de tu lengua ondula mi respiro
y un enceguecedor torbellino
enloquece el palpitar de mi palabra…
El cuarto viento embadurnado
del grito de mi alma,
engendra el aleteo de mis pestañas
y me proyecta sobre tu sombra…
Elemental,
perfecto,
luminoso
tu secreto se arroja
hasta las líneas de mis manos,
mostrándome el camino…
Me sabe a melodía de luz
tu verbo esclarecido…
A medida que me interno
en el azul de tu saliva,
escarbas la vorágine de mi silencio
con una estampida de fuegos verticales…
Y el oro sacramental de tus ojos
arde en los jardines infinitos…
Rompo en suspiros
porque logras alcanzarme…