Sus dientes enfiló,
sus garras salieron,
sus pies avanzaron.
No mates a la niña, la niña aún duerme
No dañes a la niña, la niña aún sueña.
Pero el a nadie escuchó y a la niña sin piedad devoró.
Lobo del mal, lobo atroz y maléfico ¿por qué debías llevártela así?
Y la niña, al abrir los ojos, pudo sentir una puntada en su pecho
Y la niña, al abrir los ojos, pudo sentir unos dientes en su cuello
Y la niña, al abrir los ojos, dejó de ser niña.
Y la niña, al abrir los ojos, su mano levantó y del lobo nada quedó.
¿Quién lo pensaría? ¿Acaso alguien lo supondría?
La niña dejó de soñar, la niña ya no durmió nunca mas, la niña ya no era una niña.
¿Quién lo creería? ¿Acaso alguien lo dudaría?
Y aquellos restos de inocencia recordaron aquél día,
aquel día en que un dolor esclavizante arrazaron con todo semejante del amor y la pureza
aquél día que esa pequeña perdió su castidad ante la maldad.