Me gusta saber que cuento con enemigos.
En ocasiones me motivan,
Otras veces, me enseñan el camino.
No caigo en el detalle de enumerarlos,
Ni ponerles rostro,
Ni nombre, ni apellidos,
Me basta saber que cuento, con enemigos.
Entiendo, mi concepto de enemigo.
Pues yo, he sido mi propio enemigo.
Por eso, me gusta saber, que cuento con ellos,
Como cuento conmigo,
Cuando me convierto, en serpiente enroscada en mi cuello.
Si me preguntáis, por mis amigos,
Ellos están ahí
Y sabes que están, si no estarían allá,
Dando vueltas, con los enemigos,
Mezclándose, abrazándose,
Pero siempre hay un motivo para distinguir a los amigos.
De la misma manera,
Que no hay dos nubes iguales,
Como no hay dos gotas de lluvia, idénticas,
Como todos los besos, no son iguales,
Y el último siempre,
Tiene un sabor más tierno,
Un recuerdo más profundo,
Y el cariño eterno.
Intentamos por todos los medios,
Parecernos siempre a alguien.
El juego de la imitación,
Lo perdí, desde que dejé, el útero materno.
Y andar comparando,
Le resulta tan difícil a mis ojos,
Que lo descarté, hace años.
Mi juego, es parecerme
A la persona que aparece en mi espejo,
Todas las mañanas, cuando me levanto.