A la noche
Serás consejera del corazón errante,
de los anhelos asfixiantes de infortunio,
altiva luna, pálida y lánguida,
inmemorable y risuña, luna abrumante;
soy aquel caminante nocturno
que con mochila al hombro
y pluma en la mano capta y cata
aquella sensual belleza del ocaso de los sueños,
camina perdida entre los cerros,
dibuja sombras lisonjeras al horizonte
y mi pecho se yergue en su encanto.
¡Oh noche bella de mi lado no he de querer apartarte!
consuela mi cimiente que va perdido
y sin remedio la lúgubre lontananza
consume las brasas de la vida
te la entrego toda en celosía y si es posible
aguarda un poco antes de tu partida
para remedar un poema que sostenga
tu infame despedida.