Proyecta la pantalla
la secuencia de imágenes que laceran los ojos.
Se mira y se calla.
Viste carmín la piel, hiriendo sus antojos,
clavadas las espinas, escondidas
en los ásperos vástagos de secretos abrojos,
entre aromas y notas coloridas
a ratos dadivosas, más tiempo en desalojos.
No agonizan sus vidas tan heridas.
Del alma, son los ojos.