Solo, callado y cansado.
Con el impulso que mueve una adormilada carga de algodón,
con la cara pálida y sudorosa,
desgarrado de pieles,
sangradas las manos y el corazón,
el alma tristemente adormilada
y plegada de múltiples sentires;
todos negros,
carecientes de luz alguna que disipara razón para seguir.
Taciturno al ver a tal criatura sufrir así,
viendo como muere lentamente
como flor de nenúfar en el desierto,
sintiéndome inútil e impotente tolerando tal situación.
Siendo él, el menor de las estirpes
de algún apellido anónimo,
sólo movido por la fobia a la monotonía,
pero con la mala suerte de ir en tren.
Su vida corre peligro,
al igual que la mía y de las personas que ama, amo, y amamos.