Luna mágica,
Testigo de tú amor.
Te recuestas en la hierba
Y respiras la humedad,
Cierras los ojos.
Tus sentidos alertas,
Porque esperas paciente,
A que ella aparezca.
Tu hermosa amada.
Tú musa obscura.
Al fin,
Tu amigo el viento,
Te susurra su llegada
Vislumbras su silueta,
Es perfecta.
Envuelta en un vestido
de encaje y satín.
Sonríe al verte ahí.
Sabe que la esperas.
La invitas a recostarse junto a ti.
Han transcurrido varios años ya,
De aquellos días
en los que danzabas al sol.
Y contemplabas a las doncellas
Cantar y gozar.
Y fue entonces,
Cuando la viste a ella,
ojos pardos
Y mirada triste.
Se lanzaba al vacío
Hacia su muerte,
A lo que ella llamaba:
Libertad.
Fuiste testigo mudo
De su pena etérea,
De su arrepentimiento.
Pasaban los días
y siempre regresabas a verla
Estaba sola, sin rumbo.
Deambulaba por la torre del castillo
Por el bosque.
Hasta que no pudiste más
No podías salvarla
Pero si podías amarla
Serían compañeros
Amantes,
Hermanos.
Cómplices.
Te lanzaste al vacío
Cambiarias la blancura de tus alas
por el negro de la noche.
Serias etéreo como ella
Ahora verías a los seres
ocultos en la noche,
Y cuando al fin despertaste
y tus ojos
Se ajustaran a tu nuevo mundo.
Lo supiste.
Tú serias hijo de la noche
Un ángel negro y sensual
Pero jamás etéreo.
Ella, una sombra
Un alma condenada
A lo etéreo e inmortal.
MEDUSAZUL
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