Quiero escribirte, mi dama preciosa,
por tu infinita beldad lo he de hacer.
Con sentimiento te dejo esta rosa
roja de amor, mi adorada mujer.
Luz de mis ojos que alegras el día,
como te quiero me habrás de querer,
para que seas mi eterna alegría
miel de tus labios habré de beber.
Mi corazón agoniza de pena
dando en tu ausencia el latido postrer.
¡Dame la vida, querida chilena
pues tu cariño me hará renacer.
Jaime Antonio Correa Fuentes
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