El nuevo día derrama su trino exuberante
y silenciosamente, al oriente, arde el horizonte;
caliente, el viento del norte, húmedo, tiene
olor a selva... ecos de extrañas voces.
El desafío perenne de la vida en las hojas verdes,
y en el rocío semental que las envuelve,
toda la vegetación expone la evidencia
de su cópula nocturnal con las estrellas...
Se despereza el reino animal y algunos hombres
rompen el encanto natural con sus estruendos,
gasoil, máquinas, bocinas: cíclico ritual
del Edén transformándose en Infierno...
En la parada del transporte urbano
algunas mujeres tienen frutas en sus manos,
y los varones que allí están,
por atrás, miran sus cuerpos...
Desde mi escritorio, a través de la ventana, los veo,
mientras casi mecánicamente comienzo
a trenzar palabras en la primera hoja,
virgen hasta ahora, de este cuaderno.