Aún los leños tienen cenizas
y bebiendo amargos
desconsuelos,
corrí las cortinas,
desnudé mi ventana,
veo la noche
y entra la luna,
tan antigua,
mil veces vista
mil veces perfumada,
y acá abajo
mirándola.
Cómo cantan los sueños
esta noche finita.
Te escuché pedir
que leyeran tu mano
para saber el futuro,
y te recordaron el pasado,
te miraste al espejo,
y descubres con tristeza
no haber amado.
Al oír lo infinito de mi alma
te abrazo en silencio amoroso
y me pregunto,
existen sombras
detrás de los soles.
Me encanta la noche,
sus amaneceres lentos,
esperando la aurora…
quiero una mujer
que viaje junto a mí,
sin tiempos,
sin relojes,
sin mapas,
y sin reproches.
Como me consume
el vivo engaño.
Me duele
cuando no mitigas
mis desnudos deseos.
Me duele
cuando me privas
de tus mejores besos.
Amor,
no habrá cadenas
que nos lastimen.
Bebo mis amarguras,
bebo mis penas,
sorbos amargos
jamás merecidos.
El amanecer,
envidió tu piel aterciopelada.
Y el sol lloraba
cuando sus rayos tenues,
no la apreciaban.
Y acá sigo…
con una escalera
apuntando la luna,
para abrazarla,
para besarla,
para pedir …
que vuelvas a mi vida.
Acercarnos a los leños
acomodar nuestras palmas
sobre su calor…
y seguir viajando
sin tiempos y sin reproches.