Ocultas tras cristales lágrimas de madera
por la vida que te llevan los que ven tras la vidriera;
caminas sus pasos, abrazas sus brazos, besas sus besos
pero nada se parece a la libertad de tus sueños.
Y te quedas inerte transcurriendo las estaciones,
mudando tu ropaje, seduciendo mezquindades
y nadie mira tu rostro que refleja soledades;
te despojan de tu alma y te humillan tantas veces.
Luego cuando se apagan las luces del escaparate
te encierras en el silencio llena de oscuridades;
pierdes todos tus brillos, los que iluminan la calle
cuando los ojos absurdos solo ven lo que no valen.
Un maniquí es sólo eso, un muestrario de ropaje,
un pedazo de madera, un plástico que se repone;
cuando el alma del que observa tras cristales
necesita que su ego sea el mejor de su bagaje.