Lo veo triste y callado
en su lugar se siempre,
quien lo ha acariciado
no ha vuelto a verle.
Sé que extraña esas caricias,
su mutismo lo confirma,
ya no se siente la misma dicha
y ese silencio nos lastima.
Quiero oírle como en otrora
su melodioso acento,
pero sé que en silencio llora
ávido de aquellos encuentros.
Sé que el pianista ausente
cuando mira sus manos,
en su alma de artista siente
que le falta su piano.
Y el piano en su rincón
en silencio agoniza
esperando la ocasión
de que vuelva el pianista.
Quién sabe cuando llegará el día
en que los dos nuevamente
repartan sus melodías
a toda la gente.
Mientras tanto el piano
se mantiene silente.
esperando en su letargo,
al pianista de siempre.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela