Tras constante correteo
por las calles de su pueblo,
tal como era de esperar,
encontró el chucho, un buen hueso.
Un hueso gordo y relleno
brillante como un lucero,
para un can agradecido
es un regalo del cielo.
Porque su olfato no engaña
se trata de un hueso viejo,
con ese olor tan añejo
y el sabor particular
de haber hervido en puchero.
Se lo encuentra desafiante
algo chulo y muy retieso
como queriendo decirle
aquí estoy yo, porque quiero,
soy duro como el cristal
y podrás, si yo te dejo.
Pero no se desanima
y mirándolo en silencio
le dice por lo bajito:
-Tú eres duro como el hierro
nunca te lo negaré
de acuerdo estamos en eso,
pero tengo una virtud
que no me miro en esfuerzo,
me sobra la voluntad
de conseguir lo propuesto
y nada escatimaré,
ni ganas, ni fe, ni tiempo.
Gran virtud tener constancia
quien un deseo persigue,
pues es con perseverancia
cuando todo se consigue.
Y que no le falte a eso,
paciencia, salud, y acierto.
Cecilio Navarro 19/04/2015
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