I
Me gusta el vino que alegra
los corazones cansados,
el que remueve las penas
y las expulsa cantando.
La difusa luz del alba
en la que brilla el lucero,
y que humedezca mi cara
el rocío mañanero.
Mirar el agua que riega
las parcelas de mi huerto
para que las rosas crezcan
junto al melocotonero.
Y de poesía, el alarde
que flota sobre los campos
cuando está al morir la tarde
en los meses del verano.
El rumor que en el silencio
emite el cri-cri del grillo,
la espiga que mece el viento,
el cortejo del cuclillo.
Me gusta escuchar historias
de apasionados amores.
Y las aves migratorias.
Y los peces de colores.
Me gusta el orgullo hombruno
que muestra el valiente obrero
cuando el déspota de turno
quiere pisar sus derechos.
Me gusta la libertad
de quien hace su camino,
me gusta andar por andar
al borde de lo prohibido.
Me gusta sentir tu aliento
cuando compartes mi cama,
me gusta tener tu cuerpo
y entregarte yo mi alma.
Hacer el amor contigo
derramando en tus entrañas
manantiales de cariño
que satisfagan tus ansias.
Y me gustan los licores
que alivian los malos ratos,
el aroma de las flores,
la cadencia de un buen tango.
La rítmica de un poema,
la armonía de los astros,
el consuelo de las penas,
la equidad justa del radio.
Me gusta Joaquín Sabina
y me gusta Leonard Cohen.
Me gusta Antonio Molina
y, La Quinta, de Beethoven.
II
No me gusta el mal amigo,
ni los que tienen dos caras,
ni los que abusan del vicio
de faltar a su palabra.
No me gusta el despotismo
del rico con el humilde,
los que hablan bien de sí mismos,
tampoco el “corre ve y dile”.
No me gusta el que promete
lo que no quiere cumplir,
los que a la fuerza se meten
donde no pueden salir.
No me gusta la avaricia
del que amontona riquezas
a costa de la injusticia,
a costa de la pobreza,
los que piensan que en el mundo
no hay nada que no sea suyo
y desde su ego profundo
babean de tanto orgullo
y finiquitando el tema,
no me gustan los culpables
de que existan tantas penas
por ser unos miserables.
No me gustan los violentos
que lucen la cruz gamada,
esos que beben los vientos
por causas tan desgraciadas.
No me gustan las doctrinas
ni me gustan los sermones,
no me gusta que me digan
que he de creer en sus Dioses.
¿Gustarme? Por no gustarme
no me gustan las fronteras
porque así impiden que ande
la gente por donde quiera.
Los campos, sin su labrado
son como estepas sedientas
por donde corre el lagarto
y hacen nido las culebras.
Donde no crece ni esparto,
donde la tierra se agrieta
puesto que desde lo alto
la lluvia ya no nos llega.
No me gusta que trafiquen
con el hambre y la miseria
tampoco que planifiquen
con arreglo a sus carteras.
La sanidad y el saber
valgan de botón de muestra.
No me gusta que haya quién
haga negocio con ellas.
Viento de Levante