Fabian Amaya

Ad portas del suicidio

Un espejo, una cama, un día

en un mes y año que no importan

desde que el tiempo se muere,

desde que el tiempo asesina.

 

 

Un esfero y un papel

una nota y un trago amargo

la muerte es dura lo sabes

más cuando ya se ha visto en la ventana.

 

 

Quizá ante el miedo latente

la  moral y la fe se han ido al diablo

y el metal frio o la soga gruesa

de la nada pasan a ser el puente

entre una pena humana y otra eterna.

 

Pero el muerto es muerto

aun disfrazado de vivo

y no escucha y no atiende

ni a la voz que fue su alma

ni al vacío que solo alberga

 

Ad portas de la muerte

o suicidio

como por cariño y desprecio llaman

un tierno sermón reza

quien también vino y se fue:

para morir todos hemos nacido.