En el atardecer del mundo
mirando a las espaldas
se dibujan en el tiempo
como estampas craqueladas
los rostros de la historia.
La pátina del tiempo
los cubre, polvorientos,
alcanzada ya la gloria
que brilló en otros momentos
y la luz que otrora dieron
se quedó encerrada
en lo más profundo,
en el baúl del tiempo.
Las ideas, las virtudes,
los ideales que se forjaron
en utopías se quedaron,
se quedaron congeladas
por los siglos ya borradas.
Vidas vienen, otras van,
y cual si fuese vez primera
se retoman estribillos,
los conciertos se repiten,
la música sin cambio,
se susceden los sonidos,
pero ahora se han tornado
al oído estridentes,
provenientes del vacío.
Se angosta ya el camino;
lo que otrora se sembró
se ha ido, no se vió,
esfumado en la neblina
todo ideal allí quedó.
Llegó el nuevo sembrador
que sin medir se equivocó;
ya no sirve la cosecha,
ya su ser se envenenó;
sumergidos en angustias
y en un hondo lodazal
todo lo que alimentó,
lo que ya nunca saneó
finalmente lo mató.
Si, el hombre es el que perdió.