Me encuentro sentado en el salón.
Miro la lluvia caer. Lejana puedo observar Roma que esta siendo agredida por el mal tiempo.
Placentera la sensación de paz y tranquilidad que me circunda.
Puedo sentir el gotear del tiempo. Quisiera solo mantenerme inmóvil, cerrar mis ojos y solo respirar. Tener una experiencia de encuentro conmigo mismo. Sentir mi cuerpo, que por tanto tiempo, en cualquier modo he martirizado. La neblina lentamente se hace presente, haciendo aún más íntimo este encuentro, este momento.
El silencio es solo interrumpido de la lluvia, que cada tanto se hace más agresiva acompañada de un viento fuerte.
Pienso a los años pasados, a las experiencias que he vivido. ¡Oh Dios! ¡Cuánta agua ha pasado bajo el puente de mi vida! Reviven en mi mente tantos rostros…, tantos paisajes…, tantos recuerdos…, tantos sentimientos vividos…, tantos sueños realizados, pero también tantos desvanecidos en la nada…, tantos caminos recorridos…, tantas lágrimas versadas…, tantas caricias dadas…, tantos golpes recibidos…, tanto dolor causado…, tanto amor dado, tanto, a la vez recibido….
Respiro profundamente. Siento, escucho las múltiples voces que adquiere el silencio en la insistente lluvia, con su misterio oculto.
El frío me abraza. La vida me susurra una canción milenaria que me invita a abandonarme.
Siento los latidos de mi corazón, este noble corazón, cansado, agitado, alegre, excitado… dispuesto y pronto a cualquier emoción.
Lejano escucho las campanas anunciando la llegada del mediodía. En esta dulce armonía con lo que me circunda, simplemente me abandono. Entro en el misterio de mi ser y siento desvanecerme en el silencio….en el silencio….en el silencio….