A. Martinez

Me he bebido.

Me he bebido el frio tenaz de tu garganta

en un sorbo de beso cincelado, sobre tus

labios cálidos y rigurosos, bellamente

besables y queridos.

Me he olvidado del mundo en un instante,

con la mente volando en el subsuelo

de sus cicatrices, queridas y amadas marcas

del querer inconsciente.

Me he empinado sobre la estatura de una nube,

para ver más allá del cercano horizonte, para

buscar una estela sobre el viento, que me lleve

ligera hasta el final de tus pensamientos.

Me he acercado a un volcán reverdecido,

redondeada su cima, y cargada de flores,

con su fuego extinto en su vientre calado;

paradoja de amores, que con el fuego

amansado, aun permanecen amando,

pues sus cenizas han sido alimento

cabal para las nuevas flores.