El poeta elige una mujer,
penetra en su interior,
y por el río de su sangre,
la recorre de punta a punta,
y crea su musa,
el poeta es un sabio artesano,
que desliza sus manos,
modelando su existencia,
le impregna perfumes,
de exquisitos gustos,
la nutre de sensaciones bellas,
que erizan su piel,
y con lápiz y papel,
la dibuja de cuerpo y alma,
le incorpora atributos,
frutos de su imaginación,
y vierte en ella sus sentimientos,
el poeta cree ser su dueño,
más ella es solo su inspiración,
el poeta no ama a la mujer elegida,
el poeta ama su creación,
ve la vida con los ojos de su musa,
y sufre si no es adorada,
su musa es atemporal,
de belleza eterna,
más allá de la vida,
o de la muerte,
no reconoce límites,
ni estados algunos,
su musa es aroma femenino,
es inconmensurable pasión,
es suave brisa que besa el corazón,
es ternura que lo deja sin aliento,
la musa es su sueño de vida,
es la generala de sus elucubraciones,
el poeta es su más fiel soldado,
da la vida por su musa,
más guarda una pluma de terciopelo,
que pronto usará,
sabedor de una traición.
Víctor Bustos Solavagione