Siento la brisa,
calma impaciente que sopla
y choca mi oído excitada,
y habla a mi oído desesperada;
los poetas han muerto -dijo-,
la belleza aquella propasada
e inquietante de un verso la enloqueció;
la enloqueció con versos de angustia
directos del corazón,
vaya versos de inefable virtud,
de eterna luz, la luz que enceguece
de un poema que la hace llorar, entusiasmada.
Me cuestionó:
¿Dónde están
los versos muertos?
¿A dónde irán
las letras perdidas?
¿Quién ha matado
los sueños dormidos?
¿Donde están
enterrados esos seres
tan ignorados,
tan odiados,
tan malditos
llamados poetas?
No pude responder
y luego de ser cuestionado
vi sus labios arder
y dijo susurrando:
\"Morirás infeliz, poeta maldito,
ese es el final de todos los poetas\";
y con ese susurro tenaz
volando como solo ella sabe,
se fue, ella,
La Brisa.