Ahí está la mirada,
revelándose en espejos:
ni se calla ni se oculta.
Reflejo de lago al cielo.
Ya ves, tampoco ciega estoy...
Y veo... Veo las huellas del pasado,
y la duda se hace niña en mis ojos.
Ando, siempre adelante;
tras de mí, hojas muertas
desdíbujan postreras pisadas.
No se puede borrar lo que se ha escrito.
Y al pretérito se le sangran los pies,
los ojos, los dedos y los labios.
Estás, mudo de ojos con cizaña,
mostrando a la palabra
dísfrazada de una carente bondad.
Para ti, la reverberación
de tus voces y tu saña,
que con dolo, quieres espacir.
Que te alejes: eso quiero.
Ni me hieras, ni te hiero.
Allá arriba, dónde el cielo,
te lo van a resarcir.