Tengo celos del rubor,
que me quita tú inocencia,
del rojo mantón,
que rodea la suavidad de tú cuello,
del viento,
que enloquece tu pelo,
de los ojos codiciosos,
que te devoran cuando pasas,
del espejo,
que me roba tu presencia,
de tus instantes de dudas,
de los ajenos pensamientos,
que desnudan tu cuerpo,
de tus pechos seductores,
de las pasiones que provocas,
de la belleza que te acosa,
de todos tus sueños,
del sol pretencioso,
que acaricia tu existencia,
y cree ser tu dueño,
del agua cristalina,
que excitada baña tu piel,
de las noches,
que me ocultan tu rostro,
del lento amanecer,
que tarda en mostrarme tu candor,
del silencio,
que se apropia de tu mente,
de tu imaginación,
que te aleja de mi corazón,
tengo celos de tus ilusiones,
de la generosidad de tus labios,
de tu sonrisa cautivante,
de tus confesiones y secretos,
tengo celos de tu amor,
de la ternura de tu mirada,
y del aroma de tus suspiros,
tengo celos de mis celos,
ay Dios mío,
de todo tengo celos.
Víctor Bustos Solavagione