A veces encerrado en mi pequeño mundo, en mis preocupaciones, en mis opciones fundamentales, en mis temores infundados me olvido de una cosa importante, muy importante, darle gracias a la vida, a Dios, por el don del amor, por tener a alguien a quien amo y me ama.
Tu ejemplo de cómo enfrentar la vida me da mucho ánimo para enfrentar la mía. Completamente diferente a la tuya. Somos dos gotas de agua completamente diversas, que se encuentran para formar parte de una lluvia amplia y generosa, llamada amor.
Me avergüenzo de lo mezquino que puede llegar a ser mi corazón. Un corazón enamorado, que sueña, que es capaz de ver un tramonto, un sol que nace, una lluvia persistente, una rosa acariciada por el rocío mañanero y dejar caer una lágrima.
Un corazón que parece fuerte, emprendedor, capaz de dar ánimo a quien decae en el camino, que suele ser solidario, empático, compasivo, pero que al final es el corazón de un pequeño infante, temeroso y necesitado, con una gran capacidad de amar y dejarse amar. Quiero agradecer públicamente el don del amor encontrado en ti.
La distancia es dolorosa, amarga, ácida en ocasiones, pero me hace valorar cada día ese amor que siento por ti. Tu valor, tu fuerza, tus ganas de luchar, de ver la vida con optimismo, tu esconder una lágrima con una amplia sonrisa son, simplemente, algo que tiene un valor incalculable, extraordinario. Gracias por ser y estar, te amo.
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