Recordando,
en la penumbra
de la vela,
se quitó la
máscara.
Era pesada,
de colores
ocres y
ya el tiempo,
le había
colocado
musgo,
por el peso y
el paso
cansino de
su andar.
Hacía dos
años, se
había jubilado.
No tenía otra
cosa que salir,
muy de vez en
cuando a darle
de comer a las
palomas...
No era vida,
esta, tan aburrida.
Siempre había
sido muy activo.
La soledad y la
inactividad
lo había llevado
por un camino
errado.
Por suerte,
se dio cuenta,
a tiempo que
debía tener
un giro.