Tus ojos centelleaban más que el sol,
intensos, colmados de magia y amor;
en qué momento eras roca,
en qué tiempo eras musa,
la tarde viajaba lenta,
la vida se detenía,
todo se detenía…
para admirar y adivinar lo que pasaba,
para apreciar a dos solitarias almas
una vez más encontradas,
solo encontradas.
En qué momento eras agua,
fuimos cascada,
fuimos arbustos enmarañados,
también seres imaginarios.
Te confundí y te lo dije,
tus pies se aunaban con las piedras,
tu cuerpo era río,
yo era raíz,
tú eras hada,
y aunque yo tiritaba de frio
encontré calor en tu mirada.
Juntos en ese Olimpo,
entre duendes, elfos y náyades,
público de nuestro idilio,
muestra de nuestras realidades.
Mujer nunca olvidare
cuando en aquel entonces
caminábamos entre montes,
dos manos tomadas,
dos almas entregadas,
dos vidas pasadas,
una vez más encontradas.
Te recordare por siempre
te llevare mezclada,
como cuando fuiste roca,
como cuando fuiste agua,
como cuando fuiste planta,
como cuando fuiste hada;
te llevare mi musa
en lo más profundo de mi alma;
ya no serás agua… serás sangre,
ya no serás roca… serás corazón;
te recordare con una sonrisa y una lagrima
y serás por siempre
el mejor poema,
mi mayor locura,
mi más linda canción.