No podría haber peor dolor
que un ángel de piedra derrotado
porque la pena es una piedra
por las lágrimas pulida
un ángel dormido semeja
al sueño eterno de la muerte
bajo la bruma y las nacientes tinieblas
que rodean y penetran
las postreras luces de la tarde
¡qué pena me da este jóven ángel!
que nunca pudo ser humano
su dolor, talvez sea,
que tenga que vivir mil años
en un distante espacio arcano
o en las cercanías de algún ser terrenal
que apenas intuya su presencia
de rodillas está el ángel
sobre la tumba apoya su cabeza
mientras unos huesos dentro
nunca más se estremecerán de pena
piedra y huesos, ¡qué dilema!
¡qué macabro poema! ¡qué mística paradoja!
en tanto, afuera, un ave se posa en la tumba
y quedamente se aleja.