... a David Lean, maestro absoluto.
Boris Pasternak escribe en un gulag poemas de amor,
el frío son dos peces muertos que arañan la tarde
eterna de la Siberia ocupada por los muertos.
Clarisa lo mira iluminando una habitación
desvencijada pero bella en la mirada amante,
atemporal como la sangre en las calles de Moscú,
como la flor que emerge en las estepas del olvido.
El viento afila los sueños y las bayonetas
azules de los soviets que buscan el calor
y el color en campesinas frondosas como
praderas lejanas del silencio y el suicidio.
Boris Pasternak sueña con Vivaldi
y con folios blancos como la luna
Inocente de Verne, pura, inmaculada
como la ternura de Yuri Andréyevich,
huérfano y herido por la vida
y por los versos, que son cristales en el alma del poeta,
muriendo de poesía e inconformismo.
Nos amaremos en Siberia bajo el calor
de saber que todo acabará al abrazarnos.
Paco José González